Han pasado veinte siglos y los fieles siguen peregrinando siguiendo los pasos de Jesús, por los lugares de su predicación, de sus milagros, de su muerte y de su resurrección y ascensión al cielo.
Quien visita Tierra Santa tiene motivos muy profundos, a veces muy escondidos e inconscientes que se develan cuando se acerca a la gruta de Belén, camina por los mismos senderos, navega por el mismo lago, sube a Jerusalén, hace el Via Crucis, llega a Santo Sepulcro y está dispuesto a esperar largas horas con tal de poder entrar al estrecho Sepulcro donde Jesucristo pasa sus últimas horas entre los mortales.
Lo que llamamos nosotros Tierra Santa es, en buena parte, el actual estado de Israel, así como los llamados Territorios bajo la administración de la Autoridad Palestina. Incluso en el actual territorio de Jordania hay algunos, aunque pocos, lugares íntimamente ligados al Antiguo y al Nuevo Testamento.